Tras una noche alocada por Madrid, no hay como terminar en el Rastro ya bien entrada la mañana, dando vueltas de un lado a otro, me encontré con unos familiares de Mascherato, que estaban de regreso de la jungla. Como es habitual en mi les di un efusivo abrazo y pude darme cuenta de un leve rechazo por parte de ellos, pensando en décimas de segundo si mandarlos a donde amargan los pepinos, pude darme cuenta de mi hedor a alcohol y tabaco de haber estado toda la noche bebiendo y fumando.
Para disimular, me mostré amable y toque un tema que con esa familia no falla y en estos tiempos se puede hasta sacar pecho, el inigualable ATLETI!!!. Cambiando impresiones del equipo del Manzanares, pregunté a que se debía su presencia por allí, a lo que me respondieron que estaban haciendo tiempo para comer en Tirso de Molina. Para intentar arreglar mi mala impresión, tuve la idea de invitarles a una cerveza en La Casa de Granada, lugar emblemático en la madrileña plaza.
Tras una recomendación, de retirarme a descansar omitida por mi parte, nos dirigimos hacia allá, al entrar en el portal y llamar al ascensor, no sé como caí al suelo y para evitar el golpazo puse la mano y la muñeca, debido a algún kilito que me sobra, se resintió, no pudieron por menos que soltar una carcajada y dijeron que mejor otro día, que fuera a descansar, de nuevo caso omiso y encima me crecí, diciendo que me iba a comer con ellos.
El semblante de ambos, cambió de inmediato, se miraron y parpadearon casi a la vez. El sitio en cuestión estaba casi enfrente, se llamaba Asador El Frontón (Tirso de Molina, 7) su entrada es por una calle adyacente. El acceso al restaurante es como un portal y hay que subir unas escaleras, de la tajada que llevaba, me invitaron a que no fuera el primero por mi atípico aspecto. Iba el segundo en el pelotón, tropecé y caí de espaldas sobre el que menos conocía y cayó también junto a sus gafas que se dislocaron las patillas por la caída. Por un momento pensé en retirarme por como podía acabar aquello, pero me parecía una falta de educación hacer tal cosa y aguante el tirón. La señorita de la entrada como las que nos atendieron en todo momento, eran de buena presencia y muy amables y educadas. Confirmaron la mesa para dos y como había un comensal mas, y con una sonrisa, respondieron “no hay problema”
El restaurante, no estaba lleno, ni mucho menos, la crisis es la crisis y nos sentamos. Las sillas eran de esparto ideales para afilar sus garras Lady Clarita, pero no para sentarse, eran incomodas, como ceniza en el ojo. Bueno nos ofrecieron un aperitivo y tomamos unas cervecitas de barril, con unos trozos de chistorra (muy rica) y unos embutidos, pocos y finos. Me dijeron que quería comer y yo ya con la cerveza y la dichosa silla, me dejé aconsejar. Pedimos unos pimientos de piquillos, la verdad que de los mejores o los mejores que he tomado nunca y anchoas frescas idénticas a las de la foto, templadas y muy ricas, la verdad sea dicha.
De segundo la afamada carne del lugar o chuletón de buey, riquísima carne, poco hecha, menos la del comensal que tuvo el accidente de las gafas, que no me miraba muy bien, que la pidió al punto y caliente en todo momento, la mesa parecía un funeral, no sé el porque, nadie hablaba ni me contestaba.
El vino era un rioja y me pareció que era un Solar de Samaniego, no estoy seguro, lo que sé es que era muy oscuro, como una picota, persistente, afrutado y con cierto picor. De postre, pedí un sorbete de limón, me preguntaron que si helado o batido y que desilusión, no tenia alcohol, también me pareció excesivamente dulce. Mi victima ocular, pidió un arroz con leche de excelente aspecto, pero el ambiente, no estaba para pedirle un poquito.
La dichosa silla, me estaba fastidiando de lo incomoda que era y no paraba de moverme, el senior de la familia no me dejo pagar y tras unos cafés pidió la cuenta y no vi el importe, pero debió de ascender de los 100 €uros, por que sonó el pipi del móvil. Esto no podía quedar así y al hacer un movimiento brusco para llamar la atención de tan amables camareras, tras la silla se rompe, veo que me caigo me agarro al mantel y menos mal que solo quedaban las tazas de café casi vacías, una señora cercana a la mesa se tronchaba de risa y no podía parar, al comensal que no le había liado nada y encima me había invitado a comer, le cayo parte del poco café que quedaba.
Desde el suelo pensaba en el pasaje bíblico de Jesús a Judas “me negaras tres veces” que son las veces que caí en la soleada mañana madrileña. Como un resurte se levantaron, las víctimas de mi borrachera y se despidieron no con un hasta luego, sino con un eterno adiós. Dejándome tirado (literalmente) y arrastrándome sin levantar la cabeza salí con vergüenza y seguí tomándola por los alrededores yo solo hasta que llegue, no se como, a casa de mis progenitores.
Para disimular, me mostré amable y toque un tema que con esa familia no falla y en estos tiempos se puede hasta sacar pecho, el inigualable ATLETI!!!. Cambiando impresiones del equipo del Manzanares, pregunté a que se debía su presencia por allí, a lo que me respondieron que estaban haciendo tiempo para comer en Tirso de Molina. Para intentar arreglar mi mala impresión, tuve la idea de invitarles a una cerveza en La Casa de Granada, lugar emblemático en la madrileña plaza.
Tras una recomendación, de retirarme a descansar omitida por mi parte, nos dirigimos hacia allá, al entrar en el portal y llamar al ascensor, no sé como caí al suelo y para evitar el golpazo puse la mano y la muñeca, debido a algún kilito que me sobra, se resintió, no pudieron por menos que soltar una carcajada y dijeron que mejor otro día, que fuera a descansar, de nuevo caso omiso y encima me crecí, diciendo que me iba a comer con ellos.
El semblante de ambos, cambió de inmediato, se miraron y parpadearon casi a la vez. El sitio en cuestión estaba casi enfrente, se llamaba Asador El Frontón (Tirso de Molina, 7) su entrada es por una calle adyacente. El acceso al restaurante es como un portal y hay que subir unas escaleras, de la tajada que llevaba, me invitaron a que no fuera el primero por mi atípico aspecto. Iba el segundo en el pelotón, tropecé y caí de espaldas sobre el que menos conocía y cayó también junto a sus gafas que se dislocaron las patillas por la caída. Por un momento pensé en retirarme por como podía acabar aquello, pero me parecía una falta de educación hacer tal cosa y aguante el tirón. La señorita de la entrada como las que nos atendieron en todo momento, eran de buena presencia y muy amables y educadas. Confirmaron la mesa para dos y como había un comensal mas, y con una sonrisa, respondieron “no hay problema”
El restaurante, no estaba lleno, ni mucho menos, la crisis es la crisis y nos sentamos. Las sillas eran de esparto ideales para afilar sus garras Lady Clarita, pero no para sentarse, eran incomodas, como ceniza en el ojo. Bueno nos ofrecieron un aperitivo y tomamos unas cervecitas de barril, con unos trozos de chistorra (muy rica) y unos embutidos, pocos y finos. Me dijeron que quería comer y yo ya con la cerveza y la dichosa silla, me dejé aconsejar. Pedimos unos pimientos de piquillos, la verdad que de los mejores o los mejores que he tomado nunca y anchoas frescas idénticas a las de la foto, templadas y muy ricas, la verdad sea dicha.
De segundo la afamada carne del lugar o chuletón de buey, riquísima carne, poco hecha, menos la del comensal que tuvo el accidente de las gafas, que no me miraba muy bien, que la pidió al punto y caliente en todo momento, la mesa parecía un funeral, no sé el porque, nadie hablaba ni me contestaba.
El vino era un rioja y me pareció que era un Solar de Samaniego, no estoy seguro, lo que sé es que era muy oscuro, como una picota, persistente, afrutado y con cierto picor. De postre, pedí un sorbete de limón, me preguntaron que si helado o batido y que desilusión, no tenia alcohol, también me pareció excesivamente dulce. Mi victima ocular, pidió un arroz con leche de excelente aspecto, pero el ambiente, no estaba para pedirle un poquito.
La dichosa silla, me estaba fastidiando de lo incomoda que era y no paraba de moverme, el senior de la familia no me dejo pagar y tras unos cafés pidió la cuenta y no vi el importe, pero debió de ascender de los 100 €uros, por que sonó el pipi del móvil. Esto no podía quedar así y al hacer un movimiento brusco para llamar la atención de tan amables camareras, tras la silla se rompe, veo que me caigo me agarro al mantel y menos mal que solo quedaban las tazas de café casi vacías, una señora cercana a la mesa se tronchaba de risa y no podía parar, al comensal que no le había liado nada y encima me había invitado a comer, le cayo parte del poco café que quedaba.
Desde el suelo pensaba en el pasaje bíblico de Jesús a Judas “me negaras tres veces” que son las veces que caí en la soleada mañana madrileña. Como un resurte se levantaron, las víctimas de mi borrachera y se despidieron no con un hasta luego, sino con un eterno adiós. Dejándome tirado (literalmente) y arrastrándome sin levantar la cabeza salí con vergüenza y seguí tomándola por los alrededores yo solo hasta que llegue, no se como, a casa de mis progenitores.
3 comentarios:
Veo que intentas desplazar del puesto de guionista a tu sobrino. No volveré a creer tus historias.
Yo.
Aún asi Mr. Yo le ha gustado????
Si.
Yo.
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