Corred, corred, los miembros de la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina desfilan, esta tarde a las 6, desde
la ermita de San Antonio de la Florida hasta la fuente de los Pajaritos, en la Casa de Campo, donde los cofrades, tras invocar al arenque, le darán sepultura y quemarán los malos actos y pensamientos en una gran fogata.
La singular comitiva, que pondrá así fin a los carnavales madrileños con el que se despide desde mediados del siglo XIX a Don Carnal, protagonista de las fiestas de Carnaval, y se da paso a Doña Cuaresma, comenzará a las seis de la tarde en la glorieta de San Antonio de la Florida, junto a la ermita del mismo nombre.
Antes, por la mañana, serán recibidos en la plaza de la Villa por la alcaldesa de la capital, Ana Botella, la única mujer miembro de esta cofradía.
La tradición del entierro se remonta a tiempos del rey Carlos III, cuando la nobleza madrileña se planteó festejar los carnavales de una manera que no molestara en exceso a la Santa Inquisición.
Cuentan los cofrades que mientras los nobles se hallaban reunidos, el aristócrata anfitrión quiso agasajar a sus invitados con sardinas traídas del Cantábrico para la ocasión, pero el pescado se había podrido y se dispuso que fuera enterrado junto al río Manzanares.
Aquel enterramiento desató las chanzas del pueblo que, a partir de entonces, celebró cada año el entierro de la sardina.
Esta tradición, más tarde, fue regada con vino y bulla por la imaginación popular, espoleada por los deseos de resarcirse por anticipado de la Cuaresma, ya que el entierro se celebra siempre el Miércoles de Ceniza.
El centenar de miembros de la Alegre Cofradía, ataviados con sombreros de copa negros, pajaritas y capas de las que cuelgan sardinas, anzuelos y raspas de plata, recorrerán mañana, además de las calles de la colonia del Manzanares, los bares de la zona, para "ahogar las penas por tan sentida pérdida".
Los enterradores componen una cofradía renacida en el Rastro madrileño en 1952 de la mano del anticuario Serafín Villén, en un ambiente de prohibiciones y censuras propiciadas bajo el franquismo. Junto a ellos, las viudas y plañideras que forman la peña del Boquerón llorarán y se lamentarán como cada año en el funeral bufo.
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